Una vez
dentro del vagón, busque asiento. «Un descanso, ¡genial! ¿Cómo puede esta gente
apañarse con tanto apéndice?» Dele la espalda. «¿Y no se escapará? Será mejor
que no lo pierda de vista. ¿Por qué esa señora se frota el cuello tan asustada?
Bueno, sigamos.» Déjese caer manteniendo
el tronco recto. «Esto debe estar mal: las vibraciones del cristal en la cabeza
son muy desagradables. ¡Ah, las articulaciones inferiores! A ver cómo era ésto…
Bien, ahora el doblez del medio… Pues no; era al revés. ¿Qué hace ésa ahora
tirándose al suelo? Debe de ser marciana, siempre llamando la atención.»
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